• En la zona rural de Cúcuta, la economía campesina se basa en un modelo de asociatividad. Para las mujeres de la vereda El Amparo ser parte de un colectivo y tener cómo aportar económicamente a la familia, son acciones que, aunque sencillas, promueven la construcción de paz en una zona históricamente afectada por la violencia.
San José de Cúcuta, Norte de Santander, marzo 29 de 2022 (@AlcaldiaCucuta). Empoderamiento femenino es un concepto fácil de decir, lo difícil es aplicar su significado en zonas de conflicto. Decidir sembrar esperanza en un terreno de cultivos ilícitos, promover la educación en veredas sin escuelas, trabajar en la construcción de paz en escenarios históricamente marcados por la violencia, y hablar de asociatividad y de economía colectiva, cuando por años el modelo de feminidad hegemónico estuvo vinculado netamente con roles domésticos, son solo algunas de las acciones que componen la definición de mujeres empoderadas en la zona rural de Cúcuta.
Marzo de 2022, Vereda El Amparo – Corregimiento de Palmarito, 8:00 de la mañana.
Josefa* saluda con su bebé de brazos y su niño de tres años que va arrastrando el coche. Graciela* llega en moto después de dejar la niña en la escuela que queda a medio kilómetro. Catalina* corre detrás de su pequeña hija para evitar que tropiece en la vía destapada. Claudia* debió dejar listo el almuerzo de su marido antes de salir. Lorena* va y viene mientras prepara el mute para la visita y Rosalba* tuvo que pedir permiso en el trabajo donde recoge corozo, para poder asistir a la reunión. La reunión de la Asociación de Mujeres Por la Paz de la Vereda El Amparo (Asomupvea) en la que iban a ver materializado un sueño en común.
“Para nosotras el proyecto de los pollos de engorde ha sido una bendición. Haber recibido estos dos mil pollos con su respectiva comida, nos hace pensar que sí podemos trabajar en equipo como mujeres y ver sueños cumplidos. El mío, por ejemplo, es ver ese galpón con unos 5.000 pollos y llevarlos a zonas como la ‘Y’ en Astilleros, a Puerto Santander y nosotras mismas dar el producido y venderlo al mercado. Sueño con decirle a mi esposo: mire mi amor, compré este juego de sala, porque cada vez que lo mire voy a ver el trabajo mío. Voy a ver que mi esfuerzo ha valido la pena”, cuenta Lorena.
El proyecto de pollos de engorde hace parte de una iniciativa de la Alcaldía de San José de Cúcuta con la que a través de la Secretaría de Posconflicto y Cultura de Paz se brinda apoyo al fortalecimiento de unidades productivas de víctimas del conflicto armado en la zona urbana y rural del municipio. “Asomupvea participó de una convocatoria que hicimos a mitad del año pasado, y ahí presentaron la propuesta de trabajar con especies menores, específicamente línea de engorde, porque es lo que más se les hace familiar. El apoyo institucional va desde las asistencias técnicas hasta la entrega de los insumos físicos para la adecuación del espacio y de las especies para poner en marcha el proyecto”, explica Cristian Quintero, zootecnista de la Secretaría de Posconflicto.
Más allá de ser el primer emprendimiento de mujeres en la zona, es el mensaje de asociatividad y la posibilidad de mejorar las condiciones materiales de vida de las mujeres campesinas, lo que aporta a la transformación del campo cucuteño. De acuerdo con Catalina: “Nosotras estamos acostumbradas a hacer de todo. No hay una que no esté pendiente de los quehaceres de la casa, de revisarles las tareas a los niños, de la comida, del aseo; y al mismo tiempo trabajar recogiendo pepas de la palma de corozo, o en cultivos de arroz, e incluso guadañando. Mejor dicho, nos le medimos a lo que vaya saliendo. Por eso este proyecto nos motiva tanto porque ahora vamos a tener algo propio, vamos a tener para comprar el champú, la ropa interior. Usted sabe que uno construye paz en la medida en que pueda aportar económicamente a la familia”.
El proyecto productivo está cargado de sueños e ilusión, no solo porque mejorará las condiciones económicas de las familias de la vereda sino porque irrumpe contra el histórico panorama de violencia que por años ha asediado la zona. “Desde el 91 hemos estado en desplazamientos. Yo he tenido que salir seis veces huyendo de acá porque la situación de inseguridad no es fácil. A mis hijos los mandé para otras ciudades por miedo a que les pasara algo. Por eso tenemos tantas esperanzas en este proyecto, porque la paz tiene que ver mucho con el progreso de la zona y la idea es que podamos avanzar, que más adelante le podamos dar empleo a más personas”, dice con mirada de ilusión doña Rosalba.
*Nombres cambiados para proteger las identidades de las fuentes.